En el barrio Astorga de Medellín hay una casona entre grafitis
En algún momento todos hemos escuchado que la gastronomía es uno de los rasgos culturales de mayor recordación, que a través de ella se construye tejido social y para este grupo de amigos es la manera de transportar a todos los visitantes y enamorados de nuestra cocina a esas casas de los ancestros donde éramos felices y como aún se dice en Medellín: “salíamos como unos chinches” , así vamos a explorar como inicio esta cocina de identidad.
Sin un plan muy elaborado se armó la receta Matriarca y ese grupo de soñadores comenzó un ir y venir entre ladrillos, recetas, estrategias de mercadeo y contratos, se tenía claro que la apertura sería en el segundo semestre del año 2016 y sin pausa esta fecha se convirtió en la meta para dar hilaridad a algunas ideas que iban desde un sueño por generar empleo a nivel local y nacional, construir una carta variada para darle gusto a todos, pasando por las innumerables reuniones que terminaban todas en pruebas de menú, hasta llegar a construir como filosofía de servicio que somos un grupo de amigos apasionados por la cocina y el buen comer que quiere cautivar a miles de personas y que se sintieran como en familia.
Fueron pasando los días y ya teníamos toda una estructura formada y estábamos listos para abrir, o al menos eso creíamos, y así en el mes de julio enfrentamos ese culillo y de par en par quedó nuestra emblemática puerta azul. Pensamos que esas mariposas en el estomago se irían al finalizar esa jornada y para nuestra sorpresa esa sensación sigue ahí todos los días al ver visitantes nuevos, otros que repiten cada ocho días, otros que ya tiene su mesero favorito, al ver cada me gusta en nuestras redes sociales y otros que se comprometieron y hasta se casaron en nuestra primera sede.
Aunque nuestra inauguración fue en septiembre 01, todos recordamos ese julio 17 como nuestro día cero. Este día el sueño y la promesa de generar experiencias gastronómicas como las que vivíamos en la casa de la abuela se han cumplido y nos ha traído desafíos y retos como nuevas recetas, generar más empleos, crear valor y aportar a este tejido social que se construye alrededor de la cocina de La Matriarca.